Religiosas de las Hijas del Amor de Dios
Traemos una breve reseña sobre seis mártires, religiosas de la compañía de las Hijas del Amor de Dios, y sus días de presidiarias en las cárceles comunistas de posguerra. Fueron condenadas siendo inocentes, y las acusaciones contra ellas nunca fueron halladas.
La comunidad religiosa de mujeres, la compañía de las Hijas del Amor de Dios para la formación de mujeres jóvenes, fue fundada en Viena en el año 1868 por la maestra Franziska Lechner. Después del nuevo establecimiento de la jerarquía eclesiástica en Bosnia y Herzegovina, el Dr. Josip Stadler, arzobispo de Sarajevo, invitó a las hermanas a Bosnia en el año 1882. La fundadora respondió inmediatamente al llamado y rápidamente con las hermanas austriacas y eslovacas fundó dos escuelas: el año 1882 el Instituto San José en Sarajevo, y el año 1883 el Instituto de la Reina del Santo Rosario en Tuzla. Junto con los Institutos se organizaron también economías que alimentaban a las hermanas, a las muchachas y a los niños pobres: “Betanija” cerca de Sarajevo y “Josipovac” cerca de Tuzla. Por invitación del franciscano fray Franjo Franjković también abrieron una escuela popular en Breške, cerca de Tuzla. La compañía edificó también en 1893 en Sarajevo el Instituto San Agustín, en el que había una escuela en idioma alemán.
Regalo de educación a Bosnia y Herzegovina

Al instituto en Sarajevo venían muchachas de todos lados, no solamente de Bosnia y Herzegovina, sino también de Croacia. Es un hecho histórico importante que la visionaria fundadora, la hermana Franziska Lechner fundara la primera Escuela de Maestras en Sarajevo, en la que estudiaron numerosas maestras, lo cual fue un gran regalo a Bosnia y Herzegovina en el aspecto educativo y la educación de hijas mujeres. Desde el comienzo mismo se edificaron y ampliaron nuevos edificios escolares pues siempre faltaba lugar por el número cada vez mayor de alumnas, todo hasta que el instituto llegó a su forma final con la iglesia de la Reina del Santo Rosario, esa belleza sacra de la ciudad de Sarajevo. La escuela la cursaban alumnas de todas las nacionalidades. En el instituto junto a la escuela de maestros estaba también la escuela popular, y distintas escuelas técnicas.
Su florecimiento el Instituto San José en Srajevo lo vivió entre los años 1900 y 1918 cuando las muchachas croatas de Bosnia y Herzegovina y de Croacia comenzaron a acudir al convento y de a poco a reemplazar a las hermanas extranjeras que fallecían o después de la Primera Guerra Mundial tuvieron que retornar a su patria. Con la caída de Austro-Hungría, en 1919, se independizó la Provincia de la Providencia de Dios con la administración provincial con sede en Sarajevo. Pero, durante la historia posterior hubo dificultades y pruebas, especialmente cuando se formó el Reino de los Serbios, Croatas y Eslovenos y el Reino de Yugoslavia, como testimonian las crónicas del convento.
Durante la Segunda Guerra Mundial, a pesar de las enormes dificultades, especialmente en cuanto a la alimentación, las escuelas de las hermanas no dejaron de funcionar. Las laboriosas hermanas, cuyas 83 tumbas cubren “Betanija”, consiguieron pan para todos; se trabajaba, sobrevivía y temía. Las hermanas soportaron un pesado golpe de guerra con la matanza de las mártires del río Drina en Goražde y en Romanija, y con la quema del Hogar de María en Pale por parte de los chetniks el 15 de diciembre de 1941. Es importante recordar nuevamente a esas mártires, hoy siervas de Dios: hermana Jule Ivanišević, hermana Berchmane Leidenix, hermana Krizine Bojanc, hermana Antonija Fabjan y hermana Bernadete Banje.
Pasteles y siete rosas en bandeja
Un golpe terrible le fue asestado a la Compañía de la Hijas del Amor de Dios, como así también a otras comunidades religiosas en Bosnia y Herzegovina, en el año 1945 cuando la Yugoslavia comunista les confiscó todos los edificios escolares y conventos, y además les prohibió llevar el hábito religioso. En un plazo de 24 horas las religiosas tuvieron que abandonar todos los institutos, economías y el Descanso de Sv. Antun en Ilidža. Algunas hermanas se ubicaron en el convento franciscano en Fojnica, algunas se fueron a lo de sus familiares, otras intentaron refugiarse en Croacia. Pero llegaron nuevas persecuciones de posguerra: llamados a juicio a las hermanas maestras y directoras, interrogatorios, escuchas, arrestos y encarcelamientos. Muchas hermanas fueron escuchadas y acompañadas hasta el tribunal o al interrogatorio, como si fueran delincuentes, bajo guardia armada. Eran escuchadas de día y de noche. En las escuchas a veces estaban presentes hasta seis oficiales partisanos armados.
De la mañana a la noche algunas de ellas se transformaron en presidiarias sentenciadas a pesadas penas de cárcel: La hermana M. Maristela (Marica) Dolenec nació el 27 de febrero de1907 en Koprivnički Ivanac de su padre Stjepan y su madre Dora Sipuš, se ordenó el 6 de agosto de 1927. Como maestra daba clases en el Instituto San José en Sarajevo. Después de la guerra sus superiores la trasladaron a Koprivnica, pero un día los del Departamento para la Protección del Pueblo vinieron por ella y un soldado armado la llevó en tren a Sarajevo a la cárcel. Según lo que se decía después, ella en el camino le dio las peras que había llevado consigo. En la cárcel, la mayor parte en Zenica, pasó 5 años, de los cuales siete meses en el solitario. La acusación contra ella sencillamente “desapareció” y nunca fue hallada. Rezaba para que Dios le diese una señal de que era Su voluntad que esté en la cárcel.
Un día el guardia le trajo una bandeja con pasteles y en la misma siete rosas. La hermana Maristela se sorprendió, porque los paquetes enviados habitualmente no llegaban hasta ella. Los pasteles se los dio al guardia, y las rosas se las quedó ella acordándose de que ese día era la Festividad de los Siete Dolores de la Santísima Virgen María. Entendió eso como una señal de la Virgen y como un mensaje de que es mejor que ella esté en la cárcel y no sus alumnas. Nunca supo quién le envió los pasteles y las rosas, pero desde entonces soportó mejor las dificultades carcelarias y la soledad. Después de la cárcel trabajó en el Hogar de Jubilados en Travnik. Trabajó a conciencia y responsablemente durante más de 20 años. Al mismo tiempo era superiora en el convento en Travnik, y más tarde en Granešina cerca de Zagreb, y durante muchos años ecónoma provincial. Falleció en Zagreb el 17 de octubre de 1994. Fue sepultada en el cementerio de Mirogoj en Zagreb.
Pedido sin éxito al comisario
La hermana Filomena (Marija) Zavodnik nació el 4 de octubre del año 1900 en Sveti Martin Štaj, Eslovenia, de su madre Marija Zavodnik y el nombre de su padre es desconocido. Terminó la escuela primaria, se ordenó el 6 de agosto de 1927. Fue encarcelada en Zenica porque la acusaron de que “complotaba con los alemanes”. La acusación contra ella tampoco fue conservada. No podía hacer nada en la cárcel pues estaba impedida, y después se fue a Austria. Falleció en Breitenfurt el 31 de mayo de 1977, y allí fue sepultada.
La hermana Alojzija (Štefica) Caratan nació el 8 de febrero de 1905 en Višegrad en Bosnia de su padre Jure y su madre Antonija Crnić. Su padre era jurista y un hombre muy rico. Štefica se ordenó el 20 de marzo del año 1929, estudió en la Facultad de Filosofía de Zagreb, hablaba alemán. Ya en 1935 la superiora general la nombró directora del Instituto San José en Sarajevo. Estuvo en el solitario durante un año en un altillo en la cárcel en la calle Albahari, aún durante el duro invierno. Su padre intentó liberarla a través de un comisario político, pero sin éxito. En la cárcel estuvo en total 14 meses en Sarajevo y Zenica. Después de la cárcel vino a Zagreb y se empleó en el Instituto de Eslavo Antiguo. Nunca quiso hablar de los días en la cárcel y falleció en Zagreb el 4 de julio de 1995. Fue sepultada en Granešina cerca de Zagreb.
La hermana Paulina (Slavka) Jergović nació el 26 de abril de 1909 en Sarajevo de su padre Marko y su madre Sofija Paškvan. Se ordenó el 15 de agosto del año 1933, y como maestra también daba clases en el Instituto San José en Sarajevo. Era una excelente matemática. Pasó cinco años en la cárcel de Zenica. Nunca nadie vio la acusación contra ella, y de sus días en la cárcel callaba “como una tumba”. Falleció en Granešina cerca de Zagreb el 25 de julio de 1990, y allí fue sepultada.
La hermana Huberta (Brigita) Ciglar nació el 6 de enero de 1912 en Lukavac cerca de Tuzla de su padre Josip y de su madre Berta Sudikatus. Fue ordenada religiosa el 15 de agosto del año 1933, y de profesión era maestra y organista, y daba clases en el Instituto San José en Sarajevo. Después de la guerra fue trasladada a Supetar, en la isla de Brač, donde fue arrestada por el Departamento para la Protección del Pueblo que la trajo a Split y de Split la mandó a la cárcel de Sarajevo. En la cárcel de Zenica pasó tres años acusada de haberle dado yodo y vendas a un ustachi. Tampoco está la acusación contra ella. Falleció el 15 de agosto de 1998 en Split y allí fue sepultada.
La hermana Ljiljana (Katica) Abianac nació el 15 de diciembre de 1919 en Bodovaljci cerca de Nova Gradiška de su padre Ivan y de su madre Terezija Ivanišević. Fue ordenada el 2 de febrero de 1940. De profesión era maestra y organista. Pasó dos meses en la cárcel en Sarajevo, nadie pudo llegar hasta la acusación contra ella. Trabajó más tarde como catequista y formadora de las muchachas. Falleció el 19 de octubre de 2005 en Granešina y allí fue sepultada.
La cruz y los rosarios hechos de pan
Habitualmente a las hermanas les quitaron todo, y solamente a algunas les dejaron el breviario. Los rosarios, como así también la cruz en la pared, los hacían con pan. Lo peor era el solitario, lleno de ratas. Únicamente a la hermana Huberta Ciglar le dejaron un cofrecito que durante cinco meses fue su almohada. La sopa frecuentemente los guardias la traían hasta la puerta y la volcaban, los paquetes los abrían y les echaban tabaco para que la comida no se pudiese comer. A la hermana Huberta la amenazó un guardia diciéndole que si tuviese el poder durante solamente cinco minutos la degollaría como a un animal. Tenía la obligación de alimentar el horno desde afuera, pero el horno de ella lo mantenía frío intencionalmente.
A pesar de todo, Huberta anotó: “Queríamos confesarnos y comulgar, pero ¿cómo? Los sacerdotes de vez en cuando nos daban la absolución del otro lado de la terraza porque de otra manera no se podía. Allí además de nuestras hermanas estaban las Hermanas de la Sangre de Cristo, dos Hermanas de la Santa Cruz, una franciscana y las de la Misericordia. En una gran habitación éramos alrededor de 20 monjas y 25 señoras y muchachas.
Maristela trabajaba en el taller de costura, la hermana Paulina y yo tejíamos, la hermana Filomena era anciana y no podía hacer nada. Había una norma, yo no llegaba a cumplirla y la guardia me gritaba. Un guardabosque a escondidas nos trajo hostias consagradas que nos envió un sacerdote. Comulgamos en secreto. Llorábamos de alegría. La Navidad la celebrábamos en secreto. Una vez hasta nos animamos a traer también el árbol. Yo puse bajo el árbol al Niño Jesús. Vino el guardia y me dijo que saque a ese ‘bebé’ para que no vea el director.
Era muy duro el trabajo. Teníamos que caminar siete kilómetros. Había que cambiar el lecho del río, y cavábamos un canal para doblarlo. Las botas en las piernas eran de distinto número. En una pierna, número 45, y en la otra, número 40. Llenábamos los vagones con esa tierra barrosa. Eso era difícil. Es como si solamente quisieran torturarnos. Una vez dije que las canciones partisanas me tenían cansada. Desde entonces tuve que tocar solamente esas canciones. Y me metieron en el solitario. Me hicieron salir cuando una mujer se ahorcó en el solitario. Me devolvieron nuevamente con las hermanas. En Zenica nos quitaron el hábito religioso y nos dieron buzos de trabajo. Las perneras eran tan largas que las tuve que doblar hasta tres veces. Dormíamos en el piso. Acostadas como sardinas una al lado de la otra. Eso fue tan desagradable y doloroso. Mis piernas estaban muy hinchadas por las pesadas botas”.
Fuentes:
semanario Glas Koncila, número 19, 10 de mayo de 2009.
Redacción/crímenes comunistas


